Por: YENÁN SILÉN, PHD
La
diversidad es nuestra realidad, hoy más que nunca necesitamos abrazar las
diferencias, las cuales manifiestan la diversidad. Puerto Rico, como en el mundo entero, está
participando de un proceso natural en el cual se aproxima a madurar, crecer y cambiar.
Este
proceso, requiere reconocer que nuestras familias no son las mismas de antes. Es imperante aceptar que el ser humano es
diverso como la propia expresión misma de su naturaleza. Creas en Dios o no, no
hay un ser idéntico al otro, no hay una huella digital o un ADN, un individuo,
una pareja, una familia igual. La
diversidad reconoce y celebra la variedad biológica e intrínseca de cada ser
humano.
Manifestar la diversidad familiar ha requerido
de luchas y cambios. Según el ser humano ha adquirido entendimiento de su
naturaleza única, ha crecido y madurado, logrando reconocer su propio “yo”, y seguido
del “soy”, esta realidad nos reta a reconocer al “otro.” En el reconocimiento
del valor humano que posee el prójimo, donde la diversidad se hace una realidad
innegable, nuestro prójimo debe ser amado (a), cuando le reconocemos su propio
“yo”.
Los derechos humanos reconocen la diversidad
y la dignidad de todos los seres humanos, nos confrontan, motivan y exigen que
continuemos creciendo a manifestar el llamado mayor: el amor al prójimo. El amor al prójimo nos invita a abrir nuestro
entendimiento a la realidad del “otro”, a que lo levantemos a disfrutar el goce
de una vida digna, desde la diversidad de su ser.
La diversidad es nuestra realidad, mucho más
visible en nuestros tiempos, por lo que
hoy podemos apreciar como los pueblos se levantan a reconocer los derechos de
nuestros hermanos desprotegidos, discriminados, rechazados, y separados. Esto
sucede por causa de hacerles sentir que
no encajan en los moldes tradicionales de familia y sociedad, así como en
aquellos fundamentos religiosos que aprendimos, pero que son consecuencia de un
pasado que ya no existe.
La
diversidad siendo real, nos obliga a conocerle, nos invita a comprender y reconocer que la
comunidad LGBTT ha existido, existe y existirá entre nosotros. A la comunidad LGBTT, quienes aun
reconociendo su propia identidad u orientación sexual, durante mucho tiempo se les ha trastocado su
dignidad al no reconocerlos como humanos dignos del amor y de sus derechos, concluyendo
hacer de su orientación sexual o identidad de género un crimen.
La diversidad es nuestra más grande realidad,
realidad que todos y todas debemos reconocer en nuestro prójimo, solicitando para toda nuestra
comunidad los mismos derechos que disfrutamos los que sí somos reconocidos por
la ley.
Es hora de que Puerto Rico comience a reconocerlos,
según está escrito en la constitución de nuestro país, resaltando y haciendo
real aquellos postulados constitucionales sobre la igualdad ante las leyes, de
nuestra diversidad de razas, religiones, orientaciones sexuales e identidades
de género. Todos y todas somos parte de una familia diversa a la que Jesús ama
por igual, por ello hay que otorgar
todos los derechos a todas las parejas, y todas las familias diversas, pero sin
distinción alguna.
Yenán
Silén PhD, es pastora de la congregación
Casa de Gracia, y fundadora de el MIAC: Movimiento Inclusivo de Apoyo a la
Comunidad.
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